Se parecía al hombre que cargaba un ladrillo,
para mostrarle al mundo como había sido su casa.
Bertold Brecht
Su larga vida había
transcurrido enriquecedoramente. Todas las personas que amo y cada empresa
fallida le habían ensenado algo. Ese legado, ganado a fuerza de compromisos, lo
prodigaba en anécdotas o consejos, según la ocasión.
Pero sabía que sus
palabras no eran fieles a las imágenes que guardaba. Cada vez le resultaba más
difícil contarles a los jóvenes, como era la casa de su infancia o la serena
belleza de su madre cuando joven. Y no lograba trasmitir su gesto de orgullo
cuando estreno su primer traje.
Además, le
preocupaba los detalles que poco a poco iba olvidando y perdía para siempre.
Estaba conciente que el amor como los recuerdos, se tienen solo cuando se
comparten. Por eso emprendió el rescate de su vida construyendo una domestica
maquina de tiempo.
Para hacerla
removió todos los rincones del ático y las gavetas, una por una.
Estableció con
cuidado las paradas en un mapa cronológico, cuyo inicio lo señalaba el momento
en que su abuelo se despidió de su familia para emigrar a América. Y demarco el
matrimonio de sus padres, las vacaciones que compartió con su mejor amigo, la
fiesta en que conoció a su esposa y el nacimiento de sus hijos,…
Cuando hubo
concluido y estuvo seguro, de que por siempre el o cualquier otro visitante
podría viajar por su historia, se sintió satisfecho con su álbum de fotos.
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