Si aceptamos que la materia es energía, podemos decir que toda manifestación del ser siempre es expresión de su funcionamiento orgánico. Nuestro aparato funcional se vuelca de un contacto continuo de un movimiento energético interno a un intercambio constante con el medio externo. Por varios motivos se pueden instaurar bloqueos en ese sistema, provocando disfunciones. La represión de la energía transforma su calidad: al paralizarse pierde su característica vital y dinámica tornándose patológica y perversa.
Por ejemplo,
cuando a un niño no se le permite la legítima expresión de su tristeza o de sus
miedos por medio del llanto («los hombres no lloran») se exigirá una
contracción de los músculos de la garganta para que el llanto «sea tragado».
Con una represión continua de esa expresión (por las amenazas de castigo) se
instalará una contracción crónica de los músculos de la garganta, hasta el
punto de que pasado algún tiempo se pierda la posibilidad del llanto, aunque ya
no se lo reprima.
La represión ya
está internalizada. Los músculos contraídos no obedecerán más al control consciente,
estarán bajo el severo dominio del sistema nervioso autónomo simpático que es
el responsable de la acción del organismo en situaciones de peligro (la amenaza
de los padres es peligrosa). Se dice que esta musculatura está en el régimen
simpático tónico. No se adelantará en la posterior comprensión racional de los
motivos que generaron aquella contracción pues la grabación de la represión es
muscular.
Aquel niño,
ahora adulto, podrá conocer los motivos (ahora conscientes) de esta «disfunción»
suya, pero continuará incapacitado para llorar. Aquí hay una gran diferencia
entre las terapias; la acción corporal actúa en un nivel biológico, buscando
recuperar el movimiento natural de la expresión, de la expansión, la otra
vertiente es la pulsación, que es el ritmo natural del movimiento de la energía
vital.
Observando las
tensiones corporales, Reich percibió que se establecen en el cuerpo en sentido
transversal formando anillos de coraza. El flujo natural de energía es
predominantemente longitudinal, o sea de arriba hacia abajo, siguiendo la
anatomía del cuerpo. Los anillos identificados por Reich fueron siete: ocular,
oral, cervical, torácico, diafragmático, abdominal y pélvico. (Los chacras
fundamentales de la cultura hindú también son siete).
Así se divide
nuestro cuerpo y estas son las emociones preponderantes cuando el flujo está
abierto.
Y esta es una
representación de nuestro cuerpo cuando está bloqueado en alguno de los anillos
y en consecuencia las emociones que se presentan perversamente en cada
segmento.
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