"El compromiso es con la vida" por y para ello aquí encontrarás artículos, cuentos, ideas, reflexiones y parte de mi investigación sobre el cuerpo y sus patologías; sus equivalentes psicológicos y que significan en términos de relación. También, podrás leer artículos sobre el significado de los gestos; sobre los rituales de cortejo, de negociación y ese cúmulo de expresiones que usamos cotidianamente.
domingo, 11 de septiembre de 2011
“La enfermedad es el esfuerzo de la naturaleza por curar el cuerpo.” Es justo lo que necesitaba pero no entendía.
Con esta frase Junguiana quiero invitarlos a escuchar con
un poco mas de cautela a su cuerpo y en alguno de los casos, quizás, tratarlo
como tratan a sus carros.
Desde el enfoque de la bioenergética, nada de lo que ocurre
en nuestro cuerpo es “casual” sino “causal,” es por ello, que la creencia
popular que reza “enfermarse es siempre malo!” es errónea; más que malo
enfermarse tiene un costo, un costo físico que compensa en términos
psicológicos un costo emocional de una realidad subjetiva que resulta más
difícil, angustiante o dolorosa de soportar.
Sin embargo, la enfermedad
no es más que la manifestación de un síntoma o conjunto de síntomas que son la
voz de nuestro cuerpo, son la alarma que nos está indicando que hay algo que
debemos arreglar o ajustar.
Justamente aquí radica la
importancia de escuchar bien a nuestro cuerpo y dejar la prisa por aplacar los
síntomas como manifestaciones molestas que interrumpen la homeostasis regular
de nuestro organismo para pasar a tomar atención en lo que hay detrás de cada
malestar.
Pues, el síntoma lo podemos
aplacar mil y una vez con analgésicos y afines pero este seguirá apareciendo o
incrementándose siempre y cuando la causa físico-emocional que lo genera siga
existiendo. Sin embargo, si en vez de
ocuparnos de aplacar las manifestaciones sintomáticas molestas nos
ocupáramos de escuchar lo que nuestro cuerpo nos está diciendo y tomáramos
correctivos necesarios a nivel de nuestras relaciones significativas y de las
cargas emocionales que llevamos encima, entonces, la aparición del síntoma
habrá “valido
la pena” pues sirvió para solucionar la raíz del problema que hacía eco
emocional.
El común denominador de la gente
no duda en consultar al médico, dentista o al oftalmólogo, sin embargo la idea
de consultar a un psicólogo o a un terapeuta genera enormes niveles de reserva
y por lo general suele venir acompañado de considerables niveles de angustia y
estrés. La realidad es que el trastorno no es más que el resultado de un
fracaso en un proceso de adaptación y en tanto no es una desgracia, sino más bien, algo que
puede ser totalmente tratable y transitorio.
Mírenlo de esta manera, cuando a
su automóvil se le enciende alguna luz en el tablero, no nos molestamos con la
luz por decirnos que debemos poner gasolina, aceite, cambiar el alternador o
revisar el motor, sino que nos alegramos del aviso y hacemos algo antes de que
el motor de dañe permanentemente.
La gente no piensa: “mejor déjame quitarle el bombillo a la luz
del tanque de gasolina así se apagará y dejara la alarma”. El razonamiento
suele ser: “busquemos una bomba y
pongamos gasolina o llevemos el carro al taller.”
Cuando la alarma o el síntoma
aparece en términos personales, por lo general la ocupación suele ser atacar el
síntoma en vez de evaluar por completo la situación y tomar acciones que
permitan erradicar la causa que genera
el síntoma. Así que la próxima vez, tratemos a nuestro cuerpo al menos tan bien
como tratamos a nuestros carros y atendamos a la raíz del síntoma.
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